lunes, 29 de julio de 2013

SAL DE TU ZONA DE CONFORT


Como muchos de ustedes saben, viajo con bastante regularidad por todo el territorio mexicano. Hace poco tuve la fortuna de visitar Cortazar, un poblado enclavado en la región conocida como el bajío, particularmente en el estado de Guanajuato.




Caminar por su plaza, a cualquier hora, es un placer digno de dioses, aunque quizá la magia de caminar en su jardín central por la noche enmarcado por el canto de los grillos con un cielo estrellado, sea lo que más me guste.




Pues bien, caminando por los portales me encontré un negocio donde la especialidad es la cocina regiomontana. El dueño, Don Carlos, ha vivido toda su vida en Cortazar, al igual que su padre [el ya fallecido Don Manuel]

Para mi segunda visita, Don Carlos tiene la suficiente confianza de sentarse en mi mesa y hacerme la plática. Y es que si hay algo que disfruto enormemente es escuchar las historias que los demás quieren compartirme, en especial, cuando estoy fuera del Distrito Federal. La calidez de los mexicanos fuera del área metropolitana es fascinante: ya sea en Veracruz, Jalisco, Baja California Sur, Durango, Morelos, Querétaro, Quintana Roo, Tamaulipas, Chiapas, Guerrero [por mencionar sólo algunos estados de la República que me ha tocado visitar] siempre regreso orgulloso de mi país y de su exquisita gente. Don Carlos, un señor de sesenta y seis años, comienza por contarme de los dueños anteriores de los ranchos ubicados en Cortazar, lo cual me hace ver que efectivamente, toda su vida ha vivido ahí, me cuenta que su padre fue el primer boticario de Cortazar, «bueno... —me dice— el primero no, en realidad el primer boticario del pueblo fue Don Susano, oriundo de Guadalajara, comentarista de deportes, pero desde que se mudó para Cortazar, mi padre empezó a ayudarle a preparar las recetas, porque sabrás que antes las recetas ¡se tenían que preparar! Don Susano fallece años más tarde, y mi padre se convierte en el boticario del pueblo. Mi padre fue un hombre muy noble, por ello fue muy querido en el pueblo.»
No puedo dejar de notar la emoción que proyecta Don Carlos mientras me platica lo anterior.

«...si hay algo que disfruto enormemente es escuchar las historias que los demás quieren compartirme...»


En plática franca, Don Carlos me dice que él, durante teinta y seis años, ayuda a su padre en lo que se convirtió en una farmacia, hasta la muerte de Don Manuel. A partir de ahí, Don Carlos se hace cargo del negocio familiar. Me dice que se casó con una mujer muy bonita, originaria también del pueblo, con quien procrea tres hijos, «todos profesionistas —me dice orgulloso—».
Más tarde, cuando florecen las grandes cadenas de farmacias, fue muy complicado hacerles la competencia, y empezó a tener problemas económicos. Sin embargo, uno de sus hijos que había ido a trabajar a Monterrey, regresaría sorprendido de la cocina típica regiomontana y le dice a Don Carlos, que "mande al diablo" la farmacia, que ahora, para darle un nuevo respiro al negocio familiar, serían restauranteros. «Y así, es que ahora me dedico a la comida —me dice Don Carlos—  aunque fue complicado al principio, pues ¡yo no sabía ni cortar un bolillo!, pero mi hijo me dijo: "pues vas a tener que aprender, y a pagar el aprendizaje con quemaduras y cortaduras", pero ha valido la pena» —me dice satisfecho Don Carlos.—

«...siempre regreso orgulloso de mi país y de su exquisita gente...»

Después de despedirme y prometer regresar, fue inevitable para mi reflexionar acerca, de cómo Don Carlos, quizá muy a su pesar y dejando a un lado un negocio que desde los tiempos mozos de su padre se habían dedicado a cultivar y desarrollar, tuvo que salir de la tradición y adquirir nuevos conocimientos para poder seguir sosteniendo a su familia, en particular a su esposa, pues sus hijos ya habían contraído nupcias y tenía tiempo que habían dejado a sus padres para fundar su propia familia.
El local que tiempo atrás había sido una farmacia, ahora era un restaurante, que además de caracterizarse por servir la mejor carne de la región, daba un trato de calidez inigualable, que difícilmente un comercio en todo el país podría ofrecer a sus clientes.


«...no tengas miedo de dar el siguiente paso, todo trabaja para el bien si amas pensar el bien...»

Por ello, no tengas miedo de dar el siguiente paso, todo trabaja para el bien si amas pensar el bien, recuerda, el Universo trabaja con una materia prima llamada “transformación”, por lo tanto, no temas a dar el siguiente paso, ¡Aunque sea en una dirección diferente! ahí radica tu fuerza y tu inspiración.

«...el desarrollo yace en la frontera entre el reto y el apoyo que recibirás de canales insospechados...»

Tú, como don Carlos, sal de la idea de “así se ha hecho siempre” “no tengo los conocimientos necesarios o suficientes”, sin duda te verás presionado, pero recuerda, el desarrollo yace en la frontera entre la presión y el apoyo que recibirás de canales insospechados.


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Con Amor & Entendimiento

Carlos Rendón
Especialista en Desarrollo Individual & Empresarial


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